miércoles, 20 de febrero de 2013

un franco semanal



A veces todo se me cae de las manos. En el momento preciso ves volar por el aire, lo que sostenías hace un momento. Va a hacerse pedazos contra el suelo, lo sabés. La intención, bambolea el cuerpo, quiere salvarlo y aún así: crash. En un segundo el absoluto. Elegí. El escalofrío aprieta la panza. A veces salís corriendo en otra dirección. Recuerdo respiro. No es mucho lo que una persona necesita: tiempo y amor dice mi papá en la charla de sobremesa. 

Somos 3 mujeres y nos bañamos en la pelopincho en bombacha como si tuviéramos 5. Me siento libre con la panza al aire sin importar nada más. Pintamos los cerámicos que serán parte de una casa que está naciendo, dibujos y palabras de amor. Contribuyo, me emociono.

Mi familia me mima. Lo repito como un mantra escolar.

Me fui a China, capaz que por eso no tengo señal. No voy a poder hablar con otros porque no aprendí el idioma, voy a sentir música desde las bocas y me voy a quedar muda un tiempo. Sólo para saber cómo se siente. 




domingo, 10 de febrero de 2013

volver

Trabajo todo sentido. Desordenada me cuesta escribir. Me duelen las piernas aún con crema reparadora que huele a menta. Alfonsina me dijo que una amiga le dijo "los duelos no son lineales", ahora entiendo. Mancho con dos gotas violetas de vino la sábana rosa de la abuela que uso de mantel, dos gotas que se unen en un manchón. Me gustaría desconectarme, vivir en otro país, saltar esta etapa. Pero prefiero que sea así. A veces me pongo triste, mucho, me oscurezco. En el cumpleaños de Danilo me gané en la piñata un anillo de plástico rosa. Creo que es de la suerte. Creo que siempre me busco un amuleto nuevo. No sé si funciona, al otro día queriendo mostrar mis dotes de bailarina improvisada, me lastimé un dedo con una punta filosa de plástico. La suerte a veces es dolorosa. Cuando era chica no me gustaban las piñatas, me parecían injustas, siempre lloraba. Me molestaban los ventajeros que estiraban las remeras para llevarse todo. Me ponía mal que algunos no agarren nada. Como pasa siempre. Esta vez, a mis 27, la disfruté como nunca. Muchos papelitos de colores llovieron en la explosión y juguetes de plástico volaron junto con los caramelos. Compartí el tesoro. Me puse dos relojes como el Diego, uno en cada muñeca. Y un montón de anillos. Tengo en el estante una perchita, una perinola, un cepillo, un perrito rosa y un rastrillo. No sé cómo se termina, eso me pasa.