Vayonesa es un libro de poemas breves, que escribí hace 2 años ya. La propia cartonera de Uruguay me propuso editarlo hace un tiempo, la colgamos, vino Gonzalo y la activó. Crosti que es mi amiga dibujó la edición. Con Emilia, Nico, Milton, Manu, Fer y Abril, Juli, Cros, Fon y Gonza pintamos las tapas, mientras nos tomábamos unas birritas y hablabámos de nuestras primeras experiencias amorosas.Diego Vdovichenko presentó su primer libro también, vino de La Plata y estaba contento con esa cara de alumno-niño que tiene cuando se pone contento y se muerde los dedos. Nico Arias cantó por primera vez sus canciones, solo, como cuando nos juntamos y canta para todos y me dice: -dale, dale, cuál querés melidepetris . Estaban todas y todos y se los presenté a mi mamá. Ese día pensé en el montoncito de cosas que me habían pasado en esos 2 años, que juntas podían atarse con un hilito, como ahora el libro con tapas de cartón que dice algunas cosas pero contiene más, y festejé los lugares a los que me lleva de viaje la poesía.
Voy a agradecer siempre a Ale que invitó a Lucía Bianco una mañana de domingo al parque San Martín a charlar. Yo estaba dormida y no sabía por qué estaba ahí, quién era Lucía. Sólo me acuerdo de su sonrisa grande y que le dije en medio de la conversación que necesitábamos formarnos, que no había talleres, que nos faltaba información. No pensé que iba a pasar todo el resto: a los días Lu nos dijo que había que buscar un lugar. En Puntalta lo público es más íntimo, en el garage de mi casa empezó todo. Y pensamos tantas cosas los sábados de 10 a 12 de la mañana entre mates y risas que siento algo hermoso adentro. Después mil rayos de colores se expanden y me dejan acá: estoy contenta.
A Fon la conocí leyendo y me encantó para siempre. Ella me acompañó y escribió su mirada sobre Vayonesa que transcribo a continuación para todos ustedes. Los dos videos que siguen son de esa noche, capturados simpáticamente, por Emilia Bianco. ¡Muchas gracias!
Imagino la lectura del libro como una sucesión de 9 o 10 películas
diapositivas en un viejo proyector, sobre una pared relativamente blanca.
Una diapositiva, un poema. Reemplazadas con 1 o 2 segundos
de oscuridad y el ruido tajante del artefacto. No se escucha mucho, las
diapositivas no tienen sonido.
La habitación oscura y el operador.
La habitación oscura y la abuela Elvira tendida en una cama
de hospital. A veces pasa alguien entre el proyector y la pared interrumpiendo
la foto con su sombra humana. Veo esas imágenes, esa textura del recuerdo, una
por una, como le pasa al protagonista de la novela cuando se está por morir.
Esa selección y sucesión de fotos viejas adentro del ojo que en las ficciones
televisivas son solo un motivo transitorio porque los protagonistas: o no
mueren o reencarnan.
Me gusta pensar cada poema como una película diapositiva
casi muda que se proyecta con una voz en off. Cada foto tiene una duración
desconocida: la que decida el relato, el operador del proyectar o lo que
determine el lector en cambiar o no de página. Podemos detenernos en las
imágenes de Vayonesa: el hospital, la reencarnación, la infancia, el amor, la
familia, la pronunciación de las palabras. Podemos incluso como lectores
pretender que se trabe una diapositiva y empezar a leer yuxtapuesto la
infancia, el globo, las chinelas al lado de la cama, la bicicleta, la
inocencia, la competencia lingüística para adaptar un término. Una abuela, una
nieta y un libro son un conjunto de hablantes. Yo puedo pronuncia por ellas la
palabra "vayonesa" y guarda con quien venga a corregirme.
Hay una historia de gente de mi pueblo. Una familia que
llegó de Italia con la gran oleada inmigratoria, eran de apellido Corinti.
Los Corinti se encontraron con el dilema de tener que
explicar su apellido al bajar del barco para que los pudieran asentar correctamente.
Les preguntaron cómo se escribía esa palabra. Alguna de la familia respondió
"Corinti, así como es" o "Corinti, como suena". Cuestión
que el come suona en italiano se transformó por error o vaya a saber qué nombre
lleva el asunto, en un Comesona, segundo apellido de la familia escrito en un
papel.
Imagino que por un tiempo se habrán sentido molestos, al
menos las generaciones posteriores cuando descubrieron la nomenclatura en una
confusión auditiva burocrática.
En realidad podríamos pensar por los Corinti Comesona o la
Vayonesa, que qué derecho tienen las palabras a plastificarse antes de pasar
una frontera para no permitir que el uso, una confusión o cierta dicción las
haga un poco más propias. Imagino una familia modificada por el nuevo nombre
como también una nueva receta nueva de aderezo cambiada por la V corta, quizás
una mayonesa con más huevos, menos aceite, no sé, algo que le haga la v inicial
al proceso de elaboración.
Yo confío en el libro desde que veo en la primera página
letras escaneadas de puño y letra de la abuela Elvira construyendo una palabra
nueva de forma irregular. Letras rescatadas y escaneadas de un cuaderno de
alfabetización adulta. Le creo a esa palabra como proceso de reconstrucción
contra el olvido, rearmada post mortem porque nunca antes estuvo escrita. Tiene
capas, tiene textura, cuenta una historia. Tiene 9 o 10 diapositivas que
funcionan como el relato de una nieta - niña - mujer. Vayonesa. Deberíamos
pronunciarla como acto de justicia poética.
En una página dice:
"ya no tiene la voz,
si me olvido se muere"
y en otra:
"no me acuerdo de tantas cosas,
rasco y rasco y no me acuerdo"
Y nosotros vamos leyendo, sacando y reemplazando
diapositivas, repronunciando la palabra ausente.
Los poemas son cortos y compactos, hay que evocar lo
necesario, en los hospitales se habla poco y bajito, mientras se proyectan
diapositivas se murmura.
Hay un relato constante que está de fondo ahí, como hilo
conductor de esas imágenes. Nosotros hablamos, acotamos sobre la foto.
En el libro hay una idea de eternidad como vuelo de
serpentina. Surge, se arroja y el vigor se diluye en el aire. Como una
pronunciación: lo que se dice, se dice y se va. Quedará en nosotros lectores
tomarla y volver a decirla para arrojarla al aire, evocando la última pregunta
de este hermoso poemario:
"¿A quién llamarán, cuando se detienen, antes de volar?
Alfonsina Brión