martes, 2 de julio de 2013

* PRESENTAMOS VAYONESA *


Vayonesa es un libro de poemas breves, que escribí hace 2 años ya. La propia cartonera de Uruguay me propuso editarlo hace un tiempo, la colgamos, vino Gonzalo y la activó. Crosti que es mi amiga dibujó la edición. Con Emilia, Nico, Milton, Manu, Fer y Abril, Juli, Cros, Fon y Gonza pintamos las tapas, mientras nos tomábamos unas birritas y hablabámos de nuestras primeras experiencias amorosas.Diego Vdovichenko presentó su primer libro también, vino de La Plata y estaba contento con esa cara de alumno-niño que tiene cuando se pone contento y se muerde los dedos. Nico Arias cantó por primera vez sus canciones, solo, como cuando nos juntamos y canta para todos y me dice: -dale, dale, cuál querés melidepetris . Estaban todas y todos y se los presenté a mi mamá. Ese día pensé en el montoncito de cosas que me habían pasado en esos 2 años, que juntas podían atarse con un hilito, como ahora el libro con tapas de cartón que dice algunas cosas pero contiene más, y festejé los lugares a los que me lleva de viaje la poesía. 

Voy a agradecer siempre a Ale que invitó a Lucía Bianco una mañana de domingo al parque San Martín a charlar. Yo estaba dormida y no sabía por qué estaba ahí, quién era Lucía. Sólo me acuerdo de su sonrisa grande y que le dije en medio de la conversación que necesitábamos formarnos, que no había talleres, que nos faltaba información. No pensé que iba a pasar todo el resto: a los días Lu nos dijo que había que buscar un lugar. En Puntalta lo público es más íntimo, en el garage de mi casa empezó todo. Y pensamos tantas cosas los sábados de 10 a 12 de la mañana entre mates y risas que siento algo hermoso adentro. Después mil rayos de colores se expanden y me dejan acá: estoy contenta.

A Fon la conocí leyendo y me encantó para siempre. Ella me acompañó y escribió su mirada sobre Vayonesa que transcribo a continuación para todos ustedes. Los dos videos que siguen son de esa noche, capturados simpáticamente, por Emilia Bianco. ¡Muchas gracias!





Imagino la lectura del libro como una sucesión de 9 o 10 películas diapositivas en un viejo proyector, sobre una pared relativamente blanca.

Una diapositiva, un poema. Reemplazadas con 1 o 2 segundos de oscuridad y el ruido tajante del artefacto. No se escucha mucho, las diapositivas no tienen sonido.

La habitación oscura y el operador.

La habitación oscura y la abuela Elvira tendida en una cama de hospital. A veces pasa alguien entre el proyector y la pared interrumpiendo la foto con su sombra humana. Veo esas imágenes, esa textura del recuerdo, una por una, como le pasa al protagonista de la novela cuando se está por morir. Esa selección y sucesión de fotos viejas adentro del ojo que en las ficciones televisivas son solo un motivo transitorio porque los protagonistas: o no mueren o reencarnan.

Me gusta pensar cada poema como una película diapositiva casi muda que se proyecta con una voz en off. Cada foto tiene una duración desconocida: la que decida el relato, el operador del proyectar o lo que determine el lector en cambiar o no de página. Podemos detenernos en las imágenes de Vayonesa: el hospital, la reencarnación, la infancia, el amor, la familia, la pronunciación de las palabras. Podemos incluso como lectores pretender que se trabe una diapositiva y empezar a leer yuxtapuesto la infancia, el globo, las chinelas al lado de la cama, la bicicleta, la inocencia, la competencia lingüística para adaptar un término. Una abuela, una nieta y un libro son un conjunto de hablantes. Yo puedo pronuncia por ellas la palabra "vayonesa" y guarda con quien venga a corregirme.

Hay una historia de gente de mi pueblo. Una familia que llegó de Italia con la gran oleada inmigratoria, eran de apellido Corinti.

Los Corinti se encontraron con el dilema de tener que explicar su apellido al bajar del barco para que los pudieran asentar correctamente. Les preguntaron cómo se escribía esa palabra. Alguna de la familia respondió "Corinti, así como es" o "Corinti, como suena". Cuestión que el come suona en italiano se transformó por error o vaya a saber qué nombre lleva el asunto, en un Comesona, segundo apellido de la familia escrito en un papel.

Imagino que por un tiempo se habrán sentido molestos, al menos las generaciones posteriores cuando descubrieron la nomenclatura en una confusión auditiva burocrática.

En realidad podríamos pensar por los Corinti Comesona o la Vayonesa, que qué derecho tienen las palabras a plastificarse antes de pasar una frontera para no permitir que el uso, una confusión o cierta dicción las haga un poco más propias. Imagino una familia modificada por el nuevo nombre como también una nueva receta nueva de aderezo cambiada por la V corta, quizás una mayonesa con más huevos, menos aceite, no sé, algo que le haga la v inicial al proceso de elaboración.

Yo confío en el libro desde que veo en la primera página letras escaneadas de puño y letra de la abuela Elvira construyendo una palabra nueva de forma irregular. Letras rescatadas y escaneadas de un cuaderno de alfabetización adulta. Le creo a esa palabra como proceso de reconstrucción contra el olvido, rearmada post mortem porque nunca antes estuvo escrita. Tiene capas, tiene textura, cuenta una historia. Tiene 9 o 10 diapositivas que funcionan como el relato de una nieta - niña - mujer. Vayonesa. Deberíamos pronunciarla como acto de justicia poética.

En una página dice:

"ya no tiene la voz,

si me olvido se muere"

y en otra:

"no me acuerdo de tantas cosas,

rasco y rasco y no me acuerdo"

Y nosotros vamos leyendo, sacando y reemplazando diapositivas, repronunciando la palabra ausente.

Los poemas son cortos y compactos, hay que evocar lo necesario, en los hospitales se habla poco y bajito, mientras se proyectan diapositivas se murmura.

Hay un relato constante que está de fondo ahí, como hilo conductor de esas imágenes. Nosotros hablamos, acotamos sobre la foto.

En el libro hay una idea de eternidad como vuelo de serpentina. Surge, se arroja y el vigor se diluye en el aire. Como una pronunciación: lo que se dice, se dice y se va. Quedará en nosotros lectores tomarla y volver a decirla para arrojarla al aire, evocando la última pregunta de este hermoso poemario:

"¿A quién llamarán, cuando se detienen, antes de volar?

Alfonsina Brión 





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